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El mundo es para recorrerlo, mejor en compañía. Y la vida… también.


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Viaje a Venecia y Florencia, 24-11al 1-12

1-12-2012 Venecia- Madrid

Son nuestras últimas horas en Venecia.

Nos levantamos pronto; el día estaba muy revuelto con muchas nubes y algo de sol entre ellas, aunque llovía de vez en cuándo. Desayunamos disfrutando del salón y sus vistas, y les hicimos fotos para recordarlos mejor.

Salimos por el Lido para hacer las últimas compras de unos adornos para el árbol de navidad que nos habían gustado mucho. De vuelta en el hotel, cerramos la cuenta con una sorpresa: nos cobraban la noche que no habíamos dormido allí, ya que estábamos en Florencia, y que no figuraba en nuestra reserva. Antes de irnos para Florencia preguntamos  dónde podríamos dejar las maletas; muy amablemente el recepcionista de esa noche nos comentó que podríamos dejarlas en nuestra habitación, ya que no había escasez de ellas. Dejamos todo recogido y las maletas en un armario, por si hubiesen necesitado la habitación  sacarlas fácilmente. Suponemos que fué un malentendido a causa del idioma (solo hablan italiano e inglés), y nos costó convercerles de que era un absurdo pagar una habitación para dejar las maletas. Según ellos, hay clientes que lo hacen para asegurar la misma habitación. Nada más lejos de nuestra idea. No nos lo cobraron, aunque resultó desagradable la conversación. El Villa Laguna nos dejó al final mal sabor de boca.

Cogimos el vaporetto hacia Piazza di Roma, y todo el camino fui haciéndo fotos del Gran Canal como despedida. El día había ido despejándose y había una luz preciosa.

Desde allí cogimos el autobús que va hasta el aeropuerto, y que teníamos incluído en la tarjeta para 7 días que habíamos sacado el día de nuestra llegada.

El avión salió a su hora en punto, y desde arriba aún nos daba más pena alejarnos de venecia.

Sobrevolamos los Alpes con una imagen sorprendente de los picos nevados surgiendo sobre las nubes,

Tras un vuelo sin novedades, aterrizamos en Madrid, Barajas, un rato antes de la hora prevista; aunque tardamos una eternidad en llegar hasta el finger para poder desembarcar. El avión fué rodando durante muchos minutos. Las maletas tardaron mucho en salir,  incluso con un parón después de haber salido unas pocas.

En Madrid nos recibió un frío tremendo y un día también revuelto. Ya añorábamos Venecia, y esperábamos poder repetir, una vez más, la visita a nuestra ciudad favorita, en poco tiempo.


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Viaje a Venecia y Florencia del 24-11 al 1-12

31-11-2012 Venecia. Acqua Alta.
Es nuestro último día en Venecia, y aparece totalmente lluvioso y con el mar bastante revuelto. En la sala de desayunos, que está junto al pequeño embarcadero del hotel, el agua da golpetazos y resuena a la vez que la lluvia que cae en sus cristales. Tiene mala pinta para seguir con nuestros paseos. Nos dicen que esa noche el «Acqua Alta» ha subido bastante, y que está previsto que a las 11 de la mañana alcance el nivel máximo de la que hay prevista para este día. Nos preparamos con los impermeables y con las botas de agua que nos habíamos traído por si acaso. Las botas las habíamos visto en casi todas las tiendas y kioskos de Venecia, y no eran más caras de lo que nos habían costado, en nuestra ciudad. Cogimos en vaporetto para S. Marco y nos bajamos en S. Zaccaria como siempre. Allí el agua estaba subiendo por momentos, bajamos directamente sobre pasarelas. Frente al Puente de los Suspiros, en la parada de góndolas, el agua había rebasado las aceras y llegaba a la entrada del Palazzo Ducale.

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Una vez en la Plaza de S. Marco era impresionante ver como el agua nos llegaba hasta los tobillos, primeramente, y poco después hasta tres dedos por debajo del borde de las botas de agua. Las sillas de las terrazas tenían el agua una cuarta más abajo que los asientos (en otra visita a Venecia, las sillas tenían el agua rozandolo). Increíblemente las gaviotas nadaban frente al campanile, y solo algunos decididos que llevaban botas de pesca que les llegaban a las ingles se adentraban hacia el centro. Había que probar y en la zona que más cubría empezamos a caminar, la sensación de que el agua (tremendamente fría) va subiendo sobre tus botas es inolvidable. Las arcadas de la plaza estaban totalmente inundadas, entrando el agua en algunas tiendas que, inexplicablemente, no tenían el tope de aluminio de unos 70 cm. de alto que sí tenían otras. Los cafés mantenían sus mesas afuera por la anécdota de la foto que todo el mundo se hacía sentado en ellas.

Hicimos una y otra foto, aunque me daba un poco de miedo que si me descuidaba me entrase agua en las botas y, por ello, iba andando despacio y más pendiente de ella que de las fotos. Seguía lloviendo y el tener que sujetar el paraguas complicaba la estabilidad, sobre todo si te cruzabas con alguien en las pasarelas que son estrechas.

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Llegamos hasta la Basilica de S. Marco, aunque la hemos visitado una y otra vez en cada uno de nuestros viajes a la ciudad, no podíamos irnos sin haber entrado de nuevo. Dejamos las mochilas en la consigna en una calle cercana, y entramos otra vez en un mundo mágico de mosaicos de oro y luces fantásticas por todas partes. El atrium estaba, como no, inundado, y  se entraba sobre pasarelas. No tuvimos que esperar ninguna cola, es lo bueno de ir en los meses de peor clima, pero dentro había muchos turistas. Menos mal que pudimos ir a nuestro aire y, no en una fila obligada como ocurre en otros meses del año.

La Basilica bizantina, es un edificio enorme y misterioso, y tanto un museo como una iglesia. Es, desde luego, un símbolo de la pasada gloria veneciana. Su fachada cubierta de mosaicos, mármoles y figuras góticas, impresiona.Los cuatro caballos situados sobre el pórtico principal son copias de los originales que se conservan en el Museo Marciano, en el piso superor de la basilica, desde dónde se puede admirar la basilica totalmente, con su planta en cruz griega, los mosaicos vistos de cerca, y las galerias de mujeres, en dónde ellas asistian a los oficios. La Loggia dei Cavalli (la terraza sobre la fachada principal) era en dónde el Dogo y sus visitantes observaban la Piazza), y toda una experiencia que merece la pena no perderse. Observar su pavimento de mosaico que más parece una alfombra oriental, si es posible, ya que en éstos meses está cubierto de alfombras que absorben el agua que se mete con los pies.

Seguía lloviendo y con el agua en su punto más alto cuándo salimos, recogimos las mochilas, y despacito, nos dirigimos hacia Los Mercados de Rialto, en dónde queríamos hacer las últimas compras de productos italianos, como alguna pasta original y algún preparado de arroz al vacío. También compramos unos ramos de pepperoni «muy picantes», que son una preciosidad por sus tonos de rojo. Desde allí hacia Campo San Barnaba ,  en dónde queríamos comer en «Ristoteca Oniga», un restaurante que en nuestra anterior visita nos había dejado buen recuerdo. Empezó a diluviar sin parar, y cada vez el caminar se hacía más dificil, ya que con el paraguas no puedes seguir bien las calles de tu ruta y es muy fácil perderse. Tanto que, después, de andar bastante rato,  de ir viéndo como uno tras otro cerraban tiendas y restaurantes, y como la gente desaparecía totalmente de las calles, nos desorientamos, y en algún giro de calle, en vez de seguir hacía el sur, seguimos hacia el norte. Se nos iba haciendo tarde para comer, y tras darnos cuenta, empezamos a fijarnos en trattorias desechando la idea de poder llegar al «Oniga».

Al pasar por «Ristorante Pizzeria Vittoria», en Santa Croce, nos llamó la atención el anuncio de cucuruchos de papel de estraza con calamares fritos, para llevar. Como no estaba el día para comer paseándo, entramos, y realmente acertamos. Pedimos de aperitivo una ración de calamares fritos, que nos pusieron en un plato grande y cuadrado, con unos pinchos de madera, en vez de tenedores, para cogerlos. Los calamares eran pequeñitos,  tiernos y crujientes, pues estaban fritos en un aceite limpísimo que les daba un bonito color dorado. Cada uno escogió una pizza: una de espinacas y queso, y otra de jamón y queso. Eran finas, doradas y hechas en el horno que estaba al fondo del restaurante. Verdaderamente buenísimas. Unas copas de vino blanco véneto, acompañaron estupendamente la comida.

Tras el descanso para nuestros pies, y el bienestar de una buena comida, volvimos a enfundarnos en toda la ropa de lluvia, y nos dirigimos hacia Ferrovía que estaba al lado. Allí subimos al vaporetto hacia el Lido, cansados de llevar paraguas y soportar tanta lluvia.

Directos al hotel ya que había que hacer las maletas para nuestro regreso a casa, al día siguiente.


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Viaje a Venecia y Florencia del 24-11 al 1-12

29-11-12 Lido, Murano y Venecia

Amanece nublado, con algo de sol, y aspecto de ir a hacer un día maravilloso. La luz es preciosa y hace que las vistas de la Plaza de S. Marco, que tenemos al otro lado de la laguna, aparezcan poco a poco y podamos disfrutar haciendo fotos desde la sala del desayuno, que resulta insuperable con ese marco.

-Vistas desde el hotel-

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Con un agradable paseo desde el hotel, llegamos a la playa del Lido. Ya con pleno sol y un mar precioso nos resultaba casi increíble pensar que estábamos en Venecia. Es lo bueno que tiene el alojarse en el Lido y tener el mar tan cerca; tienes la combinación perfecta: una ciudad de ensueño, y una playa y un mar impresionantes. Alguna pareja paseando, y una familia de la que el padre estaba bañándose, eran los pocos que había por la playa. Aún era temprano, el día era precioso pero frío, y con la marea tan alta que había habido esa noche quedaba aún poca arena a la vista para pasear.

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El Lido es una extensión de costa de 11km. que forma una barrera entre Venecia y el mar abierto. Antes del finales del XIX el Lido era un paraiso para los románticos decimonónicos que residían en Venecia; Byron y Shelley se bañaron en sus aguas. A principios del XX se convirtió en uno de los lugares turísticos más elegantes de Europa. Tiene un conocido Casino, y se llena de glamour durante el Festival Internacional  de Cine

Llegamos hasta el hotel Des Bains, en el que se rodó la película «Muerte en Venecia», que estaba cerrado por obras y, frente a él, la playa acotada como privada y llena de feas casetas rectangulares en hileras, daba un aspecto bastante triste a la zona. 

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Desde la playa volvimos recorriendo las calles del Lido. Es un pueblo pequeño, elegante y residencial, con agradables calles bordeadas de palacetes modernistas todos con cuidados jardines. Tiene bastantes hoteles pequeños en  algunas de estas villas modernistas (como el Ville delle Palme, en  que nos alojamos en otra ocasión, o el Villa Laguna en el que estábamos) y, otros, medianos con aspecto bastante selecto.Un par de canales  lo cruzan. Hay tiendas de barrio en la calle que bordea el cana y, sobre todo, tiendas más modernas, bares, restaurantes  y supermercados en Sta. Mª Elisabetta, la calle principal que va desde la laguna al mar.  Entre sus habitantes, predominan los mayores con aspecto de clase media alta y de vida relajada. A nosotros nos parece un lugar precioso para vivir, con solo una pega: su clima en invierno, que es muy húmedo y frío.

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Volvimos hacia la parada de los vaporettos para ir a Fondamenta Nuove. Queríamos empezar el paseo por el barrio de Cannaregio. Está situado en el norte y es una zona muy tranquila, a excepción de la zona de la estación y un par de calles.En este barrio se puede apreciar la vida diaria y normal de los venecianos. Incluso tiene jardines y huertos tras algunas vallas, lo que es difícil encontrar en Venecia. Canne significa junco, el nombre de Cannaregio deriva probablemente de la zona pantanosa que cubría la parte norte de Venecia. Los principales puntos turísticos son el Ghetto y la iglesia gótica de la Madonna dell’Orto.

Tras bajar del vaporetto, pasamos por il Gesuiti, con su fachada impresionante y blanca, que estaba cerrada. Tras cruzar pequeños puentes sobre canales,  frecuentes «sottoportegos» que te llevan de una calle a otra, y pasar por colegios que te hacían testigo de la vida «normal» de la ciudad, llegamos al Campo dei Mori, con sus figuras orientales esculpidas en las esquinas. Son mercaderes con turbantes; se dicen que son de la familia Mastelli que llegaron a Venecia en el s. XII, procedentes del Peloponeso (Morea, de allí Mori), y la trasera de  su palacio da a esta paza. Allí también está la casa de Tintoretto, situada junto al canal, frente a un mercader con turbante. Continuamos hasta la Madonna dell’Orto, preciosa iglesia gótica con obras de Tintoretto. Orto significa «huerto», y en la zona aún queda alguno.

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Desde allí, hasta calle Terá de S. Leonardo en dónde  comimos en el restaurante-freiduria «Da Luca e Fred»: Lasagna muy buena; Zuppa: muy buena; Tapa de calamares fritos, Volpette de melanzane (una especie de croqueta grande de berengena) y Tapa de Bacalá rebozado,  resultaron solamente medio buenos. Con vino véneto de la casa, pagamos 29,30.

Llegamos hasta Ponte Guglie en dónde cogimos el vaporetto 4.1 para volver a Murano y, allí, hasta Sta. María y Donato que estaba cerrada el otro día, aunque ya la visitamos varias veces en otros viajes. Es una basilica veneto-bizantina, fundada en el s.VII y reconstruida en su forma actual en el s. XII.Tiene una arquitectura impactante y llamativa,con un abside con columnas que da al canal,  y un mosaico bizantino por encima de éste, con una Madonna de pié, sobre un fondo dorado, que es impresionante. Dstaca su pavimento de mosaico del s. XII, decorado con motivos ornamentales y animales simbólicos. Merece la pena volver a verla cada vez que se viene a Venecia.

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Volvemos a Ferrovia con el vaporetto 3, que va desde la laguna al Canal de Cannaregio. Caminamos por calle Río Terá, Strada Nova, Puente de Rialto, y  las calles «típicas» hasta llegar a la Plaza de S. Marco.

Las sirenas sonaban avisando del comienzo del «Aqua Alta» y los operarios ya estaban  poniendo las pasarelas por la plaza de S.Marco y la Riva degli Schiavoni.

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En S. Zaccaria vaporetto hasta el Lido, y enseguida a nuestro hotel, que ya nos pedía el cuerpo un descanso.


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Viaje a Venecia y Florencia del 24-11 al 1-12

28-11-2012 Florencia 2º día.

Amaneció de nuevo nublado y lloviendo bastante. Habíamos dormido bien en la habitación del Paris que era ámplia y con un colchón cómodo.

El desayuno buffet, bien, en una sala con todo el techo lleno de frescos bastante llamativos. Recorrimos las zonas comunes del hotel y, tras cerrar la cuenta en la que nos añadieron 3 euros/noche/persona como tasa oficial de la ciudad, y bien preparados para la lluvia, salimos hacia Pza S. Marco para visitar el monasterio y los frescos de Fra Angélico.

El museo está estupendamente conservado, arquitectónicamente la zona de las celdas es original en su restauración, y los frescos en cada una de ellas son muy bonitos. La Anunciación no por muy vista deja de ser menos maravillosa. Sus colores y sus figuras son increíbles. La biblioteca del monasterio tiene una exposición en la que se recrea con todo tipo de datos los pasos para la creación de libros medievales. En conjunto una visita muy agradable y no muy cara, ya que nos cobraron 4 euros/persona.

Llovía, Llovía, llovía. Recorrimos la Pza. de la Anunciata, el Hospital de Brunelleschi, la Pza de la Catedral, en la que, de nuevo, nos quedamos embobados mirando los mármoles de colores que cubren las fachadas. Orsanmichele, una de las iglesias más bonitas que conozco. El Barrio de S. Lorenzo, su mercado de puestos al aire libre llenos de grandes plásticos para intentar que no se mojasen sus artículos. El Mercado central, en el que comimos de nuevo en el Nerbone: Tripa, Pavo guisado, Alcachofas rehogadas, vino blanco de la Toscana, cerveza y pan: 25 euros. La comida casera muy buena. Al salir recorrimos los puestos que rodean la iglesia de San Lorenzo.

De nuevo en La Logietta, huyendo de la lluvia y disfrutando con sus esculturas. Y, poco a poco, fué saliendo el sol entre las nubes y con un arco iris de lo más prometedor, pudimos recorrer la Plaza de la Signoria y disfrutar de ella.

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Iglesia L’Abadia (en restauración) y seguimos camino hacía Sta Croce. La lluvia volvió con fuerza. La Santa Croce nos la cerraron según llegábamos, ya la hemos visitado en otras ocasiones, pero es otra visita de las que te apetece volver a disfrutar. En la Plaza, un mercadillo Navideño, pero increíblemente, de productos transalpinos y austríacos. La lluvía era cada vez más insoportable, pero a pesar de ella pudimos comprar algun adorno navideño y regalos.

Volvimos hacia el Ponte Vecchio y nos asomamos al Arno que seguía con mucha agua. Menos mal que llovía un poco menos y pudimos disfrutar de ese ratito de paseo maravilloso por los escaparates de sus joyerías.

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De nuevo a la estación de Sta. Mª Novella para coger el tren de vuelta a Venecia, que salió con 10′ de atraso.

En Venecia el aqua alta estaba subiendo y, por algunas zonas como por Rialto y el mercado, ya estaba por encima de los bordillos y sobre las aceras. Esa mañana también habian tenido aqua alta y se preveía que en los próximos días iba a subir más de una vez.


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Viaje a Venecia y Florencia del 24-11 al 1-12

26-11-12 Padua

De nuevo un día nublado, aunque con menos niebla. Llueve un poco. Los planes eran pasar el día en Padua y volver por la noche a Venecia.

Despues de desayunar, vaporetto hasta Plaza de Roma, de allí a la estación de trenes. Sacamos billetes de tren para Padua en una máquina, y nos avisó de que el tren iba a salir dos minutos después. Nos arriesgamos, pero a pesar de que el tren estaba aún en el andén, las puertas ya no se abrieron y lo vimos salir sin poder subirnos.

Preguntamos (después de un poco de cola) y, menos mal, el billete dura varias horas después de que se haya validado en la máquina, con lo que nos valía para el siguiente que salía media hora después.

Llegamos a Padua en tres cuartos de hora. Está en la región del Véneto, una de las más ricas del país, y está llena de plazas, edificios históricos, cafés, bares, tiendas de lujo, y es tranquila y muy agradable. Desde la estación hasta el centro hay un paseo de un cuarto de hora, que hicimos tranquilos. El día estaba nublado, frío y algo lluvioso.

Paseamos por «Il Café Pedrocchi» de 1772, elegante y silencioso, en dónde se dice que los estudiantes no deben de entrar pues nunca se graduarán. «Piazza delle Erbe y Piazza della Frutta», ambas con los puestos de venta de flores y de verduras y fruta, verdadera delicia para la vista y el paladar. Entre las dos «El Palacio della Raggione» con un mercado en la parte de abajo, y arriba con el «Salone» la sala diáfana más grande del mundo, llena de preciosos frescos. «Piazza dei Signori» en dónde se reunen los estudantes por la noche. La plaza de la catedral, en dónde entramos en el Baptisterio: pintado con los frescos de Menabuoi (Siglo XIV). La catedral estaba cerrada y la abrian de nuevo por la tarde. Cada vez hacía más frío. A las 13h. casi ya no quedaba ningún puesto, y pensamos comer, entre otras cosas para entrar un poco en calor.

Comimos en una esquina de la Piazza delle Erbe en «Caramel Café» , un bar- cafetería y de cocteles y aperitivos. Pedimos: Penne con salsa y un plato combinado. Normalito. 24,5o euros los dos.

Volvimos para visitar la Catedral. Padua llama la atención por la gran cantidad de arcos que unen un edificio con otro y cubren sus aceras. Llegamos paseando hasta «Pratto della Valle», la plaza más grande de Italia, con un parque central rodeado de un canal y estatuas, después de sacar tickes para la visita guiada a la Cátedra de Galileo en la Universidad. La Univerdiad de Padua es la segunda más antigua de Italia, despues de la de Bolonia. Fué fundada en 1222 y contó con personajes como Galileo o Copérnico.

Volvimos para la visita que empezó en punto. Éramos cuatro solamente: dos chicas de Europa del este, estudiando en Bolonia y de visita en Padua, y nosotros dos. La guía, una italiana muy amable, nos explicó que no hablaba español y que lo haría en italiano e inglés tratando de que entre ambos nos enterásemos bien. Pasamos al «Palacio del Bo», un edificio anexo a la universidad, antiguo hotel medieval, y que es la sede histórica de ella desde 1493. Estaba en restauración, aunque no en la zona que visitamos. Recorrimos: La cátedra de Galileo; El teatro de disección de cuerpos en medicina; La Sala Magna. Todo impresionante. La guía estuvo estupenda; hablaba despacio, vocalizando, y cuándo pensaba que no la entendíamos bien lo hacía en ingles. Nos hemos enterado de toda la explicación perfectamente. La visita, una verdadera delicia. 5 euros la entrada. No se podía hacer fotos.

El árbol de navidad frente al Ayuntamiento

El árbol de navidad frente al Palazzo Moroni, sede del gobierno, construido entre las dos guerras mundiales.

DSCN8888 DSCN8889DSCN8891DSCN8890De nuevo hasta Pratto delle Valle, ya de noche y, en el camino, visita a la Basilica de S. Antonio de Padua.

DSCN8895Desde allí gran carrera hasta la estación. Eran las 6,45 h, llegamos a las 7,15 y ell tren salía a las 7,30. Aunque vino con 15′ de retraso. Llegamos agotados al Lido, y a nuestro hotel, a las 9,30 de la noche.

Mañana nos iremos dos días a Florencia.